Friday, August 15, 2008

Sumergidos en los cielos argentinos


Estimados,

Acá pueden ver el post entero.

Saludos,

Ramón

Sumergidos en los cielos argentinos

El gobierno, a través de Julio y Jaime, acaba de enviar al Congreso un proyecto de ley para resolver la compra de todas las acciones de Aerolíneas Argentinas y Austral.

¿Por qué? En cumplimiento de su deber de garantizar a favor del pueblo la correctísima prestación de este crucial servicio público, rescatando nuestra muy amada línea de bandera de la profanación salvaje a la que fue sometida por una horda de malvados anti-patria y anti-pueblo y, para peor, extranjeros. Eso dicen.

Bien, tras prudente algodón en sendos cornetes, y guantes higiénicos bien colocados, vayamos y hurguemos un poquito. Va en forma de diálogo, para amenizar el sumergimiento.

¿Tan mal está aerolíneas? Parece que si. Menos de la mitad de sus 85 aviones pueden volar. Debe cerca de mil millones de dólares y, mientras sigue operando, pierde alrededor de un millón y medio más por día. No paga nada a nadie y no ha podido ni cubrir los sueldos de junio. Cualquier aerolínea eficiente emplea menos de 100 trabajadores por avión, pero Aerolíneas Argentinas tiene más de 300. Por todo esto, viajar hoy por Aerolíneas implica estar dispuesto a, como mínimo, una simpática estadía de algunas noches en terminales de aeropuerto. Entonces, sí es verdad lo que dicen Julio y Jaime.

¡Claro que es verdad! Digamos lo sabido: todas las aerolíneas, y no solo la “nuestra”, están ajustándose el cinturón hace un tiempo, y a eso sin duda hay que sumar a estos ibéricos de muy mala calaña. Aerolíneas anda mal. Muy mal. Hay que rescatarla y nadie la quiere. Y estamos ahora ante un gobierno que reacciona, justo antes de la hecatombe, y se hace cargo de un entuerto en el manejo de algo que a todos debería beneficiarnos. ¿No? No. Usted y yo quizás nos enteramos de que Aerolíneas andaba boqueando, hace unas semanas; hace unos meses, los que tenemos tiempo de leer algo más que las portadas; y quizás hace un par de años, los más avezados. Pero nuestro secretario de transporte lleva alrededor de 6 años en su cargo. ¿Y eso qué? ¿No pretenderá usted que se ocupe de andar vigilando y corrigiendo cada número y cada problemita de cada una de las tantas empresas aero-transportadoras de nuestro país federal? Es que Aerolíneas abarca más del 80% del mercado doméstico. Es que no hay verdaderos competidores. Es que es un mercado muy regulado, donde el gobierno controla los precios de los pasajes y decide si subsidia o no al ya inalcanzable combustible. Es que si es un servicio público tan altamente defendible, como ahora declaman, entonces siempre lo fue y el gobierno debió desvivirse por protegerlo, fiscalizarlo, acompañarlo, controlarlo, ¡y de esa forma y en ese momento rescatarlo! Es que además el Estado Nacional fue durante estos años accionista minoritario de Aerolíneas y tenía directores que lo representaban en su directorio. Es que en los años 2002, 2003 y 2004, el ex-subsecretario de Jaime (un tal Cirielli) actuando conjuntamente con el entonces Ministro de Economía, Roberto Lavagna, impugnó judicialmente todos los balances anuales presentados por estos impresentables de Marsans(porque una cosa no quita la otra). Es que esas impugnaciones hechas en su carácter de accionista minoritario bien hechas estaban, ya que sin duda la compañía era una fiesta desde entonces. Es que, no se ilusione usted con esta buena, porque viajó Jaime a España en aquellos tiempos, y al volver desistió este señor de todas esas impugnaciones judiciales. Y es que el actual proyecto de ley dice que tal desistimiento fue para permitir la continuación de la empresa y del sagrado servicio público (y esto, si no lo entiende usted, pues yo tampoco). Es que Cirielli, que no parece un bebe de pecho pero fue prontamente desafectado del equipo de notables, tiene dicho, ¡y “en letras de molde”, señora!, que “Jaime debería estar preso”. Es que ya en 2006 este gobierno (¿o era otro?) reconoció, la necesidad de tomar medidas como subsidiar el combustible y aumentar gradualmente las tarifas, para evitar la caída estrepitosa de Aerolíneas, pero esas medidas se aplicaron recién en… abril del 2008. Es que se rumorea que, durante las varias huelgas, se lo ha visto a Jaime festejando con una degustación de bondiola frente al aeroparque y rodeado de sus buenos muchachos gremialistas.


¿Insinúa usted, escritor de poca monta, que el gobierno desde su torre de control vio que el avión iba en picada y –entre risitas– apagó la radio? Bueno, no me animaría a decirlo de esa forma. Pero, ¿para que querría dejar que se estrelle? No lo sé. No lo sé. Quizás tenga la vocación de rescatista. ¿Pero no tuvo miedo de que el avión cayera cerca de la torre y la hiciera tambalear? El miedo no cabe en los poderosos, y los poderosos son incapaces de imaginar futuros que los hubieran llenado de miedo.

Bueno. Basta de pasado. Todos tienen derecho a la redención. Lo hecho, hecho está. Ahora quiero mirar hacia delante, hacia la unión de los argentinos y el fortalecimiento de la institucionalidad, como Cristina. Porque lo importante ahora es recuperar para todos nosotros ¡nuestra aerolínea de bandera! (todos de pie, ojos cerrados y mano en pecho, por favor). Pero, ¿estamos hablando de esta empresa privada que desde hace casi 20 años pertenece a compañías españolas? Usted se calla, es ¡de bandera! … apátrida.

Está bien, no discutamos nimiedades. Al futuro vamos. ¿Qué tal este proyecto de ley? ¡Imagínese usted! Estamos hablando de un proyecto de ley proponiendo a nuestro Honorable Congreso la compra de una compañía de colosales proporciones y en bancarrota. La absorción de mil millones de dólares de deuda más el futuro déficit. Se trata, amigo, de una decisión que afectaría “a todos los argentinos y argentinas”. Es un tema delicado, y como tal habrá sido abordado, imagino. En ese proyecto seguramente trabajó, además, la gente de la secretaría de transporte (altamente capacitada en lo técnico y conocedora del mercado y de la empresa). ¿Cómo piensa que puedo tener una opinión formada? ¿Cómo cree siquiera que pude haberlo leído entero? Deberíamos estar hablando de un proyecto que debe contar con un detallado “plan de salvataje” adjunto, flujos de fondos, proyecciones, planes de gestión y alternativas. Eso y mucho más hará falta para convencer al Honorable Congreso, o al menos a sus pocos miembros honorables, de que estamos ante un proyecto serio, un plan a largo plazo, una salida razonable para un conflicto evitable que no se quiso evitar, un conjunto de previsiones que contestan con solvencia a las mil y un preguntas sobre el futuro de nuestra querida Aerolíneas. ¡Ay, Dios mío! Lo resumo: se trata de 30 páginas de considerandos que no dicen más de lo que podemos escuchar en los programas políticos de la televisión abierta, y a eso le siguen 3 páginas con menos de 10 artículos resolutivos en los que, básicamente, se pide que se apruebe la compra de acciones y algunas otras cuestiones accesorias desarrolladas en no más de 7 líneas cada una (como, por ejemplo, la modificación del presupuesto 2008 para poder financiar la compra). Nada más. No exagero. Nada, nada más. Quiero que Aerolíneas sea mía, ¿me lo firmás? Es eso. Tal cual. Entre aquél proyecto sobre retenciones a los oligarcas y este, el gobierno me hizo acordar a una prima mía de 15 años, que el otro día le pedía a su padre: “dale, papi, porfis, porfis, ¿me dejas ir a la fiesta?” – “Pero, esperá, contame… ¿quiénes van? ¿cómo volvés? ¿dónde es? ¿cuánto sale? ¿quien te invitó? ¿pasan cumbia o tecno? ¿murga o carnaval carioca? ¿gaseosas, cerveza o marihuana?” Vea usted cuántas preguntas que hay para una fiesta de 15. Y esto de comprarse Aerolíneas así de golpe no es una fiesta, eh. ¿O si? No sé. Mi prima sólo atinó a seguir diciendo “porfis, porfis”.

¿Qué tal es el acta acuerdo que firmaron con los accionistas para comprarles sus acciones? Otro papelón. Cuatro páginas en total. No hay precio, y si las partes no lo acuerdan, lo fijará un valuador independiente designado por … de la siguiente manera … ah, no, perdón, no aclara ni quién ni cómo se designa ese valuador que estará a cargo de tan sutil tarea. Pero no se preocupe, porque acá dice que cualquier conflicto se resuelve en idioma español. ¿Cómo? Bueno, es que dice que el arbitraje será en idioma español. ¿Si, claro, pero quiénes son los árbitros, qué reglas de arbitraje se aplican, cómo es el proceso, dónde se lleva a cabo? Ah, no, no. De eso no aclara nada. Pero al menos nos podemos quedar tranquilos de que las partes han elegido idioma, porque era un tema discutible. Al menos yo no sé bien en qué idioma hablan. ¿Y quién maneja la compañía ahora, en este período de 60 días hasta que se concrete la venta? Bueno, eso si está claro. Un gerente general designado por el gobierno. El Sr. Julio Alak, que ha estado 17 años en la intendencia de La Plata, y por eso sabe bastante de aviones.

Me cansé de su pesimismo y de su sarcasmo. Además, los algodones no me sirvieron de mucho. Ya estoy mareado y me voy yendo.

No, no. Espere. Siempre termino con un mensaje de esperanza.

Después de la resolución del conflicto con el campo, el Congreso infló el pecho. Además del que escribe, varios argentinos se ilusionan con otra buena actuación conjunta de los poquísimos honorables con los oportunistas que van saltando del barco en llamas. Escuché que varios diputados están “preguntando demasiado” y hasta le han sugerido a Jaime su renuncia. Escuché también que ya se prevé que el proyecto no puede ser aprobado tal cual fue enviado, porque “porfis, porfis” ya no alcanza. Escuché que la parada en el Senado será más dura todavía para Julio y Jaime. Escuche, escuche usted también. ¿Es una persiana? ¿Creían que esto era su almacén, pero llega la hora de cierre? ¿Estaremos logrando sumergir tanta miseria? ¿Será este el principio, solo el principio, de algún tiempo mejor en nuestros cielos, pero también en esta querida tierra Argentina?

Friday, June 27, 2008

El jóven en busca de sentido: Majority of Youths Found to Lack a Direction in Life

Estimados,

Acá podrán leer el artículo entero.

Saludos,

Ramón

Majority of Youths Found to Lack a Direction in LifeResearcher Calls on Schools, Communities to Address Malaise
By Debra Viadero

A majority of young people are struggling to make the leap into adulthood, and educators, parents, and communities should make a more concerted effort to help rudderless youths find a clear direction and overarching sense of purpose, according to a new book.

In The Path to Purpose: Helping Our Children Find Their Calling in Life, Stanford University psychologist William Damon shares the first wave of findings from a study in which he and his graduate students have been surveying 1,200 young people between the ages of 12 and 26 over a period of five years.

“There have always been kids that drift,” Mr. Damon, a noted scholar on children’s moral development and contemporary child-rearing practices, said in an interview. “But I do think we have a special problem today in the numbers of kids and the kind of trouble they’re having in finding a sense of direction.”

For the study, Mr. Damon’s team has conducted in-depth interviews with a quarter of the youths surveyed, and compared the responses with those from other surveys taken of earlier generations of young people.


One-fifth of the survey participants said they had found something meaningful to which they wanted to dedicate their lives—whether that meant raising a family, pursuing a career that mattered to them, starting a business, or choosing a religion, according to Mr. Damon.
At the other extreme, the researchers identified a quarter of the young people as “disengaged,” meaning that they expressed no particular wider purpose for their lives and were not involved in activities that might help them find one.

“Apart from the kids on either end of the spectrum,” Mr. Damon said, “there’s a majority of kids who are looking for something but haven’t found it. They’ve either tried something that doesn’t work, or they have some big dream but they haven’t pursued it in a practical sort of way.” Mr. Damon classified those young people as either “dabblers” or “dreamers.”

Mr. Damon’s findings speak to a wider body of evidence showing that young people around the world are putting off marriage and parenthood until well into their 20s, longer than their parents and grandparents did. The trend has spurred some psychologists to coin the term “emerging adulthood” to describe the period from 18 to 25 as a new transitional phase between adolescence and adulthood.

The popular media also use “failure to launch” and “boomerang generation” to characterize the phenomenon and the increasing numbers of young people returning home after college, rather than charting a more independent life course.

“People are beginning to look at this and figure out what is going on in this period when young people seem to be in a holding pattern, waiting for something to happen,” said James Youniss, a professor of developmental psychology at Catholic University of America, in Washington. “[Mr. Damon is] opening a new line of research that’s very valuable to the field.”

Coin-Toss Coursetaking

Mr. Damon was prompted to study adolescents’ developing sense of purpose after working with two other prominent psychologists—Harvard University’s Howard Gardner and Mihaly Csikszentmihalyi of Claremont Graduate University in Claremont, Calif.—on a 10-year project to investigate adults and institutions doing “good work,” in the sense that their professional output was of high quality, socially responsible, and meaningful to them.
Failure to Launch?

William Damon led a study that involved surveying 1,200 young people ages 12 to 26 in five U.S. communities and conducting further, in-depth interviews with about a quarter of the group. Based on that research, Mr. Damon classifies adolescents and young adults into four categories, which he believes can be applied across the board to students in that age group.

Curious to see how a sense of mission develops earlier in life, Mr. Damon set out to survey and interview young people in five different communities, which he does not name. They include: an inner-city community on the East Coast, an affluent suburb on the West Coast, a small Southern town, and two diverse cities set in agricultural regions. The John Templeton Foundation of West Conshohocken, Pa., and the Thrive Foundation for Youth, based in Palo Alto, Calif., are underwriting the 10-year study, which began in 2003.

Among the disconnected youths the researchers came across were people like Tommy, an 18-year-old from Pennsylvania, who tosses a coin to select his college courses and is candidly unbothered by his lack of goals or ambition. (Mr. Damon does not give many of his subjects’ last names in the book.)

Mr. Damon places Jessica, now 27, somewhere in the middle of the spectrum between disengagement and leading a purposeful life. An academic and athletic standout, she cannot escape the feeling that “everything I’ve been doing my whole life has been for someone else,” and she shrugs off job offers to travel and find herself.

While young people in the 1960s may have exhibited similar feelings of alienation from society, their dissatisfaction was also tinged with optimism and idealism, Mr. Damon said.
One study he cites, for instance, shows that, from 1966 to 2002, interest in political affairs among college freshmen dropped from 60 percent to 30 percent.

Mr. Gardner of Harvard agrees with Mr. Damon’s assessment. He said rapid societal changes, the “defrocking of heroes by the media,” the new digital media, such “shocks” as the Watergate scandal of the 1970s and the 9/11 attacks, as well as other trends and events may have exacerbated the difficulties young people face in finding a life’s passion.

“My own impression is that, particularly in the 21st century, many young people have extreme difficulty in ‘identifying’ [in the psychological sense] with their elders, and this makes the spark to which Damon refers more elusive,” Mr. Gardner wrote in an e-mail message.

That’s not to say that committed young people don’t exist. Apart from the general survey, the researchers identified and interviewed 12 young people with an unusually strong sense of purpose in life in an effort to ferret out factors that made a difference in their development.
One of those people described in the book is Nina Vasan, a 19-year-old West Virginia woman who was inspired, at age 5, by a throat-cancer victim to launch a lifelong campaign against the disease. She founded and became president of a teen-oriented offshoot of the American Cancer Society, won a national science competition, hosted a radio show, and became West Virginia’s Junior Miss, among other accomplishments.

Implications for Education

Mr. Damon concludes from his study that schools, communities, and parents can do much to reverse the malaise that plagues many young people. In the classroom, for instance, he said teachers can show students how the skills and content they are learning are useful and share stories of how they found their own callings.

But the author’s main target in education is the current emphasis in schools on testing students, exemplified in part by the federal No Child Left Behind Act. He criticizes that trend for narrowing the curriculum and imposing what he sees as shortsighted educational goals on students.

“Unfortunately, all the emphasis on high-stakes testing has squeezed out time for guidance, the time that teachers can take to impart the usefulness and meaning of the skills they teach, activities like writing for the school newspaper or joining the French club,” Mr. Damon said in an interview. “Not every kid is going to find meaning in the three R’s. We are single-mindedly focusing on test scores as if the test scores in and of themselves are some kind of important goal for education.”

Outside of schools, Mr. Damon offers praise for youth-building efforts like the Search Institute, a Minneapolis-based nonprofit organization that works with schools and communities to identify and strengthen community assets that can promote healthy psychological growth for children and adolescents.

He says parents can contribute at home to children’s developing sense of purpose by listening closely to children’s expressed interests, fanning the flames of those sparks, discussing their own careers, and introducing their children to outside mentors for career guidance.
“This is giving policymakers the tools for looking at young people with a different lens,” said Richard M. Lerner, a professor of applied developmental science at Tufts University, in Medford, Mass., who shares Mr. Damon’s orientation toward young people’s strengths.

“I say the glass is not four-fifths empty,” he added, referring to the proportion of young people that the book identifies as lacking purpose. “It’s one-fifth full,” he said. “Imagine what we could do if we were intentional about this.”